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Cerro El Toro (3081 msnm)

Los días 18, 19, 20, y 21 de mayo del 2019, nuestros compañeros Gastón Fuentes, Gabino Reginato, Ximena Noriega, Sebastian Cofré, Arturo Alvestegui y Tamara Riviera, realizaron un exitoso ascenso al Cerro El Toro (3081 msnm) .

A continuación, el relato completo:

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CERRO PROVINCIA – CARA ESTE DESDE ESTERO COVARRUBIAS.

Nos juntamos un día con Nico y Xime a almorzar en mi casa, cuando el amigo propone esta idea que ya tenía cerca de un año en su mente. Sólo estaba esperando la primera nevada y cordadas de su confianza para emprender la tarea. Hizo la travesía Covarrubias – Manzano en invierno del año pasado y quedó maravillado por las caras “este” que muestra la Sierra de Ramón, particularmente la del Provincia. A los pocos días me manda una foto de dicha cara precisamente tomada en esa travesía, donde se mostraba bellísima, totalmente nevada y con una gran línea de farellones custodiándola, con la cual terminó de convencerme de que lo intentáramos. Hice un track en Google Earth y se lo envíe.

Increíblemente Nico trazó la misma ruta. Con esa conexión la motivación no podía sino estar altísima. También se unió Rodrigo (quien guardó dicho track en el in reach) mientras que otros compañeros (que en un principio también irían como también aquellos que se estaban sumando el día anterior) por diversos motivos se fueron bajando. Así que éramos los cuatro.

Esa semana, particularmente el jueves en la madrugada, en Santiago llovió a cántaros. El viernes en la mañana la sierra estaba nevada desde los 1800 metros aproximadamente e iluminada por un sol radiante. Sin embargo, en la tarde las nubes cubrieron el cielo, y una vez que oscureció, la lluvia se dejó caer otra vez, lo cual significaría más acumulación de nieve en la montaña. Algunos pronósticos mostraban que precipitaría el sábado, mientras que otros lo descartaban por completo. Así empezaron las indecisiones de esa noche por whatsapp, si es que acaso sería o no prudente ir, en constante evaluación de los riesgos, principalmente de avalanchas y teniendo en consideración que la cantidad de nieve podría hacer inviable la marcha. A las 10:30 pm nos decidimos: listo, vamos. La idea era evaluar en terreno las condiciones, hacernos una idea visualmente desde la aproximación y dependiendo de lo que apreciamos optaríamos por intentar la Cumbre, o bien, como plan B, seguir hacia el Manzano mediante la travesía. Quedamos de juntarnos a las 8:30 en metro Manquehue.

A poco de salir de nuestros respectivos hogares, Xime nos escribe de que no partiéramos aun, porque su despertador no sonó y llegaría evidentemente atrasada. Pero a las 9 ya estábamos los cuatro reunidos en el punto de encuentro para tomar la micro, en medio de un cielo que de a poco fue abriéndose y dejando ver la Sierra impresionantemente nevada a partir de los 1200 metros aproximadamente. Pasamos a la Shell que está al inicio del camino a Farellones (donde aproveché de pedir una cuchara, pues se me quedaron los cubiertos), y después nos fuimos a la orilla del camino a hacer dedo. Prontamente pasaron dos vehículos, cuyos choferes gentilmente nos llevaron al cruce de La Ermita. Desde allí caminamos un poco y nuevamente nos llevaron a dedo hasta el km 3. El paisaje estaba muy bonito, la nieve cubría la vegetación, la humedad se sentía en el ambiente, y ya visualizábamos la quebrada por donde baja el estero Covarrubias. Así, luego de casi 2 km llegamos al punto donde supuestamente estaría el cuidador del fundo y a quien deberíamos convencer de dejarnos pasar. Nadie había. Así que simplemente nos metimos al claro sendero a seguir nuestro camino. Este transcurre por la ladera oriente y bastante metros más arriba del Estero Covarrubias.

A medida que avanzábamos obteníamos las primeras vistas de los filos que descienden desde el Provincia, resguardados por enormes, continuos e infranqueables farellones. Un poco más adelante se erigía el que ascenderíamos, cortado en un punto precisamente por aquella línea de farellones. Creo que en cada parada no dejábamos de mirar hacia allá y compartir nuestras ideas.

Pero antes de todo eso debíamos solucionar otra cosa: buscar la forma de bajar al Estero Covarrubias, encajonado y custodiado por sendos precipicios. Pasamos por una quebrada por cuyos bordes parecía factible descender, pero aun nos dejaba lejos del filo que pretendíamos subir, e implicaba remontar el estero sin saber que nos esperaba entre sus paredes. Por ello es que continuamos hasta quedar a unos 300 metros de Casa de Piedra, justo antes de adentrarnos en otra quebrada que va en dirección al Covarrubias. Allí nos detuvimos a comer y pensar acerca de qué hacer. Vimos otra posible bajada, que implicaba pasar la quebrada, traversear un poco y llegar a un punto del que no teníamos claridad como continuaría, si acaso serían las paredes rocosas del estero o bien una suave pendiente camino a sus orillas. En fin, decidimos regresar a la quebrada anterior. Sin embargo, a mitad de camino vimos el Covarrubias, en una zona que parecía levemente más amplia pero que aún nos dejaba la incertidumbre de si se podría llegar a él y remontar la ladera contraria, que a lo lejos parecía bastante inclinada.

Ese fue un momento decisivo, y por cierto que las opiniones estaban divididas en un principio. Sabíamos que, si tomábamos esta opción, entonces descartábamos la otra, y si no podíamos bajar además no habría travesía (dada la hora, pues eran las 3 pm) y haríamos el Terremoto (el cerro). Tomamos la decisión de jugarnos por esta opción. Descendimos unos 100 metros y empalmamos con una huella de animales que para nuestra suerte en pocos minutos nos llevó directamente al cauce del estero. El lugar era maravilloso. Las cristalinas aguas bajaban tranquilas, y dejaban espacio preciso para poner las carpas. A pocos metros volvían a caer, formando bellos pozones para pronto perderse nuevamente en el cañón. Y la ladera contraria no tenía la inclinación que desde arriba pensamos. Algunas huellas de animales permitirían subirla con comodidad.

Estábamos muy contentos de estar allí, en un lugar precioso, donde solo escuchábamos el sonido del agua y de las aves. Dejamos las mochilas y partimos a explorar por una bella quebrada que descendía desde los farellones del Provincia, con el fin de obtener una vista lateral del  filo, puesto que nuestra gran incógnita era si acaso tenía continuidad o bien se cortaría abruptamente. Tras unos 30 minutos y después de montarnos un poco en una ladera, pudimos ver ese tramo del filo que nos dejaba la siguiente perspectiva: Una vez que remontemos unos 500 metros la loma que nace desde el estero, llegaríamos al filo, para luego continuar por él hasta un morro rocoso que daba la impresión de que implicaría trepar en algunos puntos.

Desde allí, el cambio fue notable, puesto que el filo no parecía tener la continuidad deseada. Casi no tenía nieve, seguramente debido a su verticalidad, y había varios gendarmes que sortear. Ese era un tramo ciego en la fotografía que utilizamos para trazar nuestra ruta. Si lográbamos pasar eso, tendríamos que buscar la forma de adentrarnos a un canalón que llegaba a una vega (ahora cubierta de nieve) donde este se abría y parecía disminuir la dificultad. O sea, la clave era superar la parte abrupta del filo y montarnos al canalón.

Volvimos al lugar de campamento a armar las carpas, cada cordada instalándose en un lado del estero (era La forma posible). Xime y Nico al poniente del estero, y con Rodrigo al oriente del mismo. Luego nos juntamos en una roca a comer algunos aperitivos, tomar té y conversar, donde la palabra más repetida seguramente fue “continuidad”, en alusión al filo que vimos y que nos dejaba con bastante incertidumbre de si podríamos pasarlo. Ya eran más o menos las 6 de la tarde y estaba oscureciendo, bajando notoriamente la temperatura. Nos fuimos a las carpas a seguir con las actividades culinarias. Acordamos partir a las 6 am. A las 7 pm Nico y Xime estaban listos para dormir, mientras que con Rodrigo nos dispusimos a ello a las 8:30 pm, aunque por mi parte, no sin antes ver decenas de veces la foto que había tomado, comparándola con la que utilizamos para planificar nuestro ascenso.

Con Rodrigo dormimos de corrido hasta las 4:30 am, cuando sonó el despertador. En la otra carpa Xime y Nico no tuvieron la misma suerte, sobre todo Nico, a quien se le desinfló la colchoneta a poco de empezar a dormir. Preparamos el desayuno, empezamos ordenar las mochilas y desarmar las carpas. Si bien había un poco de escarcha en el cubre techo, no hacía tanto frío como habíamos previsto. Fuimos bastante puntuales y a las 6 am estábamos prácticamente dispuestos para salir. Con Xime y Nico esperamos a Rodrigo, que, si bien fue el primero en estar listo con casi todo, estaba buscando sus guantes y poniéndola la frontal al casco. En efecto, para estar los cuatro reunidos solamente tenía que dar un paso en una parte angosta que no debía superar el metro. En eso, pone su pie sobre la roca y pasa lo inesperado: resbala, cayendo de pie en un pequeño pozón, y tardando un par de segundos en reincorporarse para salir. Recuerdo claramente como el Nico con su agilidad mental y una mirada casi inexpresiva inmediatamente me dice “hasta aquí llegó el cerro”. En verdad los tres estábamos un poco atónitos de que haya pasado eso en un paso donde las probabilidades de caer eran bajísimas. No dijimos mucho, y simplemente nos enfocamos en buscarle una solución. Saqué una toalla para que se secara los pies, Rodrigo sacó unos calcetines secos y Xime le pasó unas bolsas para que usara entre los calcetines y sus zapatos que se encontraban empapados de agua. Finalmente, acordamos continuar, con el compromiso obvio de que nos dijera si tenía los pies muy helados y necesitaba bajar. Después nos contaría que no se le pasó por la cabeza abortar la salida, sabiendo que tenía muchos calcetines, que habría sol y que es el menos friolento del grupo.

Eran las 6:30 am cuando empezamos a caminar. Subimos los primeros metros, nos adentramos en un bosquecillo y rápidamente salimos a la ladera que después de 500 metros de desnivel nos dejaría en el filo. Esta ladera en su primera parte tenía unos 35 o 40° sobre tierra escarchada que a la vuelta sería un barrial, por lo que supimos que por ahí mismo sería un tanto dificultoso volver. Al poco andar empezó a aflorar la roca, incrementó la vegetación y apareció la nieve, volviéndose algo más seguro el terreno. Tras una hora y media llegamos al inicio del filo junto con el amanecer, cuando los primeros rayos de luz estaban próximos a regalarnos algo de calor. El paisaje era maravilloso y tornaba a la Sierra de un amarillo intenso, mientras que a lo lejos el Plomo y el Altar parecían desprender sus primeras nubes. Frente a nosotros, y a 200 metros de desnivel teníamos el morro rocoso (que terminamos por llamar El Morro), por lo que luego de un par de fotos del bello entorno, nos dirigimos hacia él a través del filo. En el camino escuchábamos el bello canto de un ave que no conocíamos, que parecía seguir nuestro trayecto posándose en la cima de las rocas, y que al ser gordito y silbar de manera bastante particular, fue tiernamente llamado por Nico como el “gordito silbador”. Desde su base hubo que trepar y caminar alternadamente, a través de bloques de diverso tamaño cubiertos por la nieve polvo que hacía dudar de su estabilidad. Nico iba abriendo, encontrando con buen juicio las pasadas.

Nos juntamos los cuatro en El Morro a mirar lo que se venía: un filo angosto en el cual se levantaban dos prominentes gendarmes, y al final una pared que nos obligaría a traversear de alguna forma hacia el canalón. Todos entramos en disposición de ir hacia lo desconocido, tirándonos buenas energías, bien concentrados y atentos de no meternos a algún lado en que no podamos devolvernos ni continuar sin ponernos en serio riesgo. Estábamos a unos 30 metros del primer gendarme listos para partir, cuando Nico dice “yo creo que se puede por la derecha”, ante lo cual pensé: “weón estay loco”. No se lo dije, pero fue un pensamiento instantáneo. Nos acercamos y todos llegamos a la conclusión que por la derecha era inviable, puesto que el gendarme era de roca porosa, y la abrupta pendiente de piedra tenía otras pequeñas sobre ella, para continuar un par de metros ladera abajo y cortarse hasta quizás donde. Tampoco era viable trepar el gendarme. Nos quedaba mirar por la izquierda. Era la opción que teníamos, y que como fuera, no podríamos asegurarlo, puesto que no había donde poner una anilla o una estaca para instalar un pasamanos. Nico fue a ver qué había, y maravillosamente bien pegado a la roca era posible traversear por la nieve, aunque con una exposición que obligaba a dar cuidadosamente cada paso. Ya casi terminando de rodear el gendarme, Nico y Xime subieron un par de metros para ver si se podía remontar el filo por unas rocas, pero decidieron que no era seguro. Rodrigo siguió avanzando en traverse hasta una especie de canalón que tras unos 20 metros podría dejarnos en la arista. Sin embargo, la nieve polvo impedía adherirse y tornaba resbalosa la roca. Xime estaba un par de metros más atrás probando otra posible subida en una zona de mayor inclinación. En ese instante Nico me pidió la cuerda, e inmediatamente al lado de donde intentó Rodrigo, decidido empezó a subir, esforzándose en cada paso para no caer, a veces arrastrándose para lograr avanzar sobre esa placa cubierta de nieve polvo, que la mojaba y tornaba resbalosa. Hasta que finalmente llegó arriba. A los segundos apareció Xime, que logró sacar su propio tramo luego de cuatro pacientes intentos, con esa mente que a nuestro juicio parece sentir el miedo en grados bastante menores que los nuestros. Nico nos aseguró al cuerpo, y subimos procurando no cargar todo nuestro peso. Ya estábamos los cuatro en la arista, habiendo superado el primer gendarme.

Prontamente nos encontramos con el segundo gendarme, y aquí sí que fue evidente que por la derecha no se podía. Simplemente caía a pique hasta donde no lográbamos ver. Creo que escalar el gendarme ni siquiera se nos pasó por la cabeza., ya que era lisa, vertical, y no podíamos ver que tuviese manos ni pies adecuados. Nos quedaba nuevamente intentar por la izquierda, donde parecía que tras unos metros volvía a caer. Fui a mirar dando lentamente cada paso y de repente sentí una alegría repentina al ver que era posible avanzar al menos unos 20 metros. Después de eso, daba la impresión de que perdía continuidad. En todo caso, la ladera que daba al canalón a nuestra izquierda (aunque en ese punto era más bien una quebrada) ya se podía descender en caso de no poder continuar por donde íbamos, no obstante, a los pocos metros parecía tener un tapón de roca que impediría el paso, así que forzamos lo más posible el traverse. Luego de esos 20 metros me pareció que se ponía peligroso seguir por ahí y les dije a mis amigos que se acercaran, miraran y tomemos una decisión. Optamos por bajar a la quebrada, que estaba a unos 40 metros. A mitad de camino y luego de una rápida conversación, decidimos que Xime y Nico irían a ver el tapón de roca, mientras que con Rodrigo traversearíamos unos metros para luego trepar e intentar llega el punto que antes nos pareció inviable debido principalmente a la precaria nieve, pero que desde la perspectiva que ahora teníamos se mostraba factible. Así, despejando con los guantes la nieve de la roca, me hacía camino lentamente. En los últimos metros la exposición aumentó, pero quedaba tan poco que no valía la pena devolverse.

Una vez allí, en esa especie de hombro, caminé un par de metros y ya se podía bajar tranquilamente a la quebrada sin tener que pasar por el tapón de roca. En ese momento Nico y Xime estaban en la tarea de superar cuidadosamente dos tapones de roca en la angosta quebrada (en vez de uno, como habíamos pensado), que no tenían buenos agarres para las manos, y que además de transcurrir por la roca, lo hacía por nieve polvo sobre tierra escarchada. Me devolví para asegurar a Rodrigo. En el intertanto Xime ya había logrado pasar los dos tapones y Nico estaba esperando la cuerda para superar el segundo. Una vez que mi cordada subió me dirigí donde Nico quien justo logró sacar el paso sin usar la cuerda. Finalmente nos reunimos los cuatro e inmediatamente continuamos, puesto que ya eran las 11 am y el sol iba a empezar a dar directo en la quebrada, lo cual aumentaba la probabilidad de caída de material o alguna avalancha.

De a poco se fue abriendo hasta que llegamos a la vega, torcimos a la izquierda por una ladera con menos nieve y llegamos a un lugar relativamente plano, donde nos detuvimos a descansar, comer y compartir la alegría de sentir que ahora sólo debíamos caminar un poco más y que llegaríamos a la cumbre seguramente en un par de horas. El in reach nos indicaba que, si bien quedaban 3 kms y 500 metros de desnivel, estos transcurrían por terreno sin mucha pendiente. Continuamos la marcha hacia el filo de la izquierda, donde aparece otra quebrada. Traverseamos para meternos en ella sin perder altura, y pronto nos pasamos a la ladera opuesta ya que había menos nieve, lo que hacía más grata la marcha.

Al llegar cerca de su final torcimos un poco hacia la izquierda en franca dirección a la arista del Provincia que conecta con el Ñipa. Quedaba la última pendiente y desde ella pudimos ver el domo, a unos 50 metros y la cumbre unos pocos metros más arriba. Nos dirigimos directamente a ella, llenos de energía y tremendamente felices dando los últimos pasos. Hasta que llegamos, siendo las 1:30 pm. Nos abrazamos, nos dimos el “feliz cumbre”. ¡Habíamos llegado por la Cara Este del Provincia! Nos sacamos la mochila con esa sensación de satisfacción, de haber tomado las decisiones correctas, de haber buenas lecturas del terreno y que como consecuencia de ello hayamos podido subir por esa ruta hasta la cumbre.

Bajamos hacia el domo, y fuera de él pusimos un nylon para sentarnos, cocinamos nuestro almuerzo y derretimos un poco de nieve. Allí estuvimos hasta las 3 pm, comiendo, descansando y conversando.

Empezamos el descenso por la ruta normal camino hacia San Carlos de Apoquindo, donde llegamos a eso de las 6:45 pm. Quizás hubiésemos llegado un poco antes de no ser por las dolorosas ampollas que no me salían hace años. Pero bueno, nada que la posterior celebración en el hogar de Nico, con pizzas, navegado y demases, no haya solucionado.

Así terminó nuestro fin de semana, tremendamente contentos con la ruta que hicimos, de las decisiones, de las confianzas, del grupo y de que la montaña nos permita disfrutar de sus maravillas, de sus rincones escondidos.

Cordadas:

Ximena Noriega – Nicolás Álamos

Rodrigo Parra – Gastón Fuentes

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Cerro Mohai (4368 msnm) – Mayo 2019

Bajando en Marzo del Ingenio con el Nico y el Seba, salió la idea de intentar algunas cumbres del Valle del Mesoncito, en ese entonces, pensamos en el fin de semana del 18 y 19 de mayo, con posibilidad de alargue hasta el 21 de mayo. Cuatro días y seis cerros eran motivo suficiente para pensar en calendarizar una salida deportiva oficial a ese valle.

Ya en la fecha, el clima atmosférico y laboral nos impidió planificar más allá de dos días. Es por ello, que enfrentados a esa situación, las cordadas compuestas por la Gaby y la Cata, Rodrigo y Finch y Sergio y Camilo intentarían el cerro Camanchaca, mientras que la Su y la Carmen, la Febe y la Chuchu, la Vale y la Maca y el Nico y yo, intentaríamos el cerro Moai.

Luego de un responsable comportamiento en el cumpleaños de la Martina, con la Cata nos vinimos a dormir a la casa, había que estar a las 8 en Macul. Suena el despertador, y con un leve retraso de 20 minutos, fuimos los últimos en llegar al Lider.

Nos separamos, el Rodrigo y el Finch partieron en sus respectivos vehículos, mientras que nosotras con la Gabi y la Cata recogeríamos al Sergio y su cordada. Ya todos/as en el auto, nos movimos hacia nuestro destino, sin antes parar en el camino a comprar pan y víveres para nuestro tardío desayuno.

Una vez en el Valle de las Arenas, el auto de la Gaby no tenía la tracción suficiente para enfrentar una parte del camino, con Sergio, le dimos más tracción al auto cargando nuestro peso sobre el capó, en una arriesgada pero adrenalínica maniobra. Superado este obstáculo, ya estábamos próximos a llegar a Choribulder, lugar donde estacionaríamos y comenzaríamos la aproximación.

Al llegar, el Nico nos estaba esperando, y nos comentó que el grupo había partido hace como 40 minutos. Comenzamos el ascenso, perdiendo en ocasiones a huella, y luego subiendo en vertical, en un punto, tuvimos contacto visual con la otra mitad del grupo donde almorzamos.

Luego de un par de horas, ya estábamos en la Pirca del Visionario y solo faltaban un par de minutos para llegar al campamento base, con la inagotable esperanza de encontrar agua.

Una vez en el sector de campamento, y sin los rayos del sol que hicieran un poco más cálida la actividad, el estero que nos iba a abastecer de agua estaba congelado, y, nuestras opciones eran bajar a una quebrada, o bien, subir a un nevero a unos 20 minutos de marcha para fundir nieve. Por suerte, una cordada que había más arriba, nos señaló un lugar donde el estero fluía.

Mientras el Nico iba a buscar agua, yo armé la carpa. El frío era cada vez más intenso y estar afuera no parecía una buena idea si se quería conservar el escaso calor corporal.

Luego de comer, coordinamos el día siguiente, el grupo del Camanchaca comenzaría su ascenso a las 6, mientras que nosotros, empezaríamos a las 4:30.

Un par de nubes le daban más dramatismo a la hermosa luna llena que nos hacía intensa compañía. Intentamos dormir, no sin sobresaltos por la incomodidad, y en mi caso, por la ansiedad que suponía transitar por primera vez en un glaciar.

A las 3:30 am suena nuestro despertador, con el Nico preparamos una granola, plátano y leche condensada (de soya, claro), esta fue la comida más contundente que tuvimos hasta varias horas después. Habíamos dejado todo listo la noche anterior, llevábamos una cuerda y tornillos por si era necesario asegurar algún paso, además de inaugurar un nuevo piolet hielero comprado por la Rama.

Luego de un pequeño retraso, emprendimos la marcha hacia el valle del mesoncito a eso de las 5 am, no hacía tanto frío, o bien, yo no lo sentía de esa forma. Nos teníamos que adentrar por la morrena ubicada al lado occidental del valle. Al comienzo de la marcha, una cordada tuvo que abandonar ya que una persona se sintió fatigada. Menos mal el Nico atinó a pedirle sus tornillos y la herramienta para hacer los Abalakov.

Luego de eso, seguimos por la Morrena hasta que otra cordada hubo de retirarse, una las personas no estaban en condiciones físicas de seguir con el ascenso. En fin, ya solo quedábamos cuatro personas. Ya al amanecer, nos encontramos en la base del glaciar, era la primera vez en el Hielo de tres de los/as cuatro montañistas. La calidad del hielo no era buena, costaba clavar los crampones y el piolet casi ni se enterraba, y, para remontar el glaciar, había que superar una pendiente de aproximadamente 40°. Frente a nuestra falta de experiencia y confianza, decidimos asegurar este paso que, por suerte, coincidió con un largo de cuerda. El Nico punteó e instaló una cuerda fija, y luego, los/as tres fuimos subiendo, casi en simultáneo. Fue un momento que nos desafío, habíamos revisado el ascenso por cuerda fija y las reuniones en el curso de técnicas invernales, teníamos los conocimientos, era el momento de ponerlos en práctica, y, entre eso, me toca probar la eficacia del Machard, me resbalé y me deslicé unos cuantos metros hacia abajo, pero gracias a la Física, no me pasó nada, más allá de probar el nudo de fricción, segunda vez que me pasa, y segunda vez que es subiendo un cerro con el Nico.

Ya superada esa parte, nos toca agarrarles confianza a los crampones, y caminar por el glaciar hasta su fin, fue 1:30 de marcha, entre asustados y maravillados por la fuerza que supone un glaciar. Cristales de Hielo que nos hablan de otro tiempo, pero que hoy en día están en riesgo, la acción antrópica y el Cambio Climático han hecho que estas primitivas fuentes de agua desaparezcan peligrosamente.

Fue un momento de mucha concentración y cuidado, pero también, un momento de maravillarnos por los colores y texturas que tienen estos gigantes guardianes de las cuencas. Ya finalizado este tramo, llegamos al portezuelo que une los cerros Moai con el Punta Chile. Eran las 12, llevábamos una jornada de más de 6 horas, solo nos separaban unos cuantos minutos y un agradable tramo por acarreo para llegar a la cumbre, nos sacamos los crampones y dejamos la mochila en el portezuelo, solo serían un par de minutos en la cumbre. Llegamos, y dos montículos de roca de casi un metro y medio de altura marcan el punto más alto del Moai. El júbilo, la emoción, la alegría, la admiración, la contemplación, son solo limitadas palabras que intentan describir la fatigosa jornada, el color del cielo, lo abrupta de la caída hacía el valle del Marmolejo, los cerros y volcanes circundantes, de este y otros valles. Desde los Picos del Barroso por el Sur, hasta el Piuquenes por el Norte, la grandeza y solemnidad eran totales. Cuatro montañistas contemplando la inmensidad de eso que nos llama.

Creo que no se trata solo de llegar a lo más alto, de conquistar una cumbre por un ego occidentalizado, creo que en esto, hay un importante ejercicio de humildad y totalidad.

Bajamos, y empezaría el descenso por el glaciar, había que confiarle la vida a los crampones, un deslizamiento, si bien no resultaría fatal, hubiese sido una desagradable experiencia.

Ya llegando a la entrada del glaciar, había que preparar los rapeles para poder descender con seguridad. Serían dos rapeles en total hasta llegar a la Morrena. Baja el Nico, Baja la Vale, y justo viene bajando una cordada desde el Punta Chile, les dije que uniéramos las cuerdas y así llegaríamos directo abajo. Una vez unidas ambas cuerdas, bajó la Macka, el Antonio (uno de la otra cordada), bajó el Nico y la Vale que habían quedado a mitad de camino esperando armar el segundo Rapel, y con Inti, bajamos en simultáneo.

A las 16:30 estábamos en la Morrena, nos demoramos bastante en la maniobra, hay que ir adquiriendo más práctica y experiencia para realizar estas maniobras con rapidez.

Empezamos a caminar, y en eso, nos damos cuenta de que faltaba la radio y ya estaba atardeciendo, sin embargo, paramos un poco a contemplar ese maravilloso show de luces y contrastes que daba el atardecer, todo esto, rodeado de una morrena y un glaciar rocos. A las 19:00 estábamos en el campamento base. El resto del grupo había bajado, habían dejado las cosas de las chiquillas en nuestra carpa. Tuvimos contacto de Rodrigo a través del InReach para saber si estábamos bien ¿Qué hacer? No teníamos certeza de que nos estaban esperando abajo, sin embargo, solo había una carpa de dos para cuatro, y, al otro día, se pronosticaba una tormenta. La decisión fue bajar, y, en el peor de los casos, montar un vivac.

A medida que íbamos bajando, la jornada se hacía mas fatigosa, mis pies estaban adoloridos por la rigidez de los zapatos de montaña, mis rodillas resentían cada paso, llevábamos más de 14 horas de marcha.

La bajada fue casi un piloto automático, con la incertidumbre de pensar de que no estarían abajo. Sin embargo, una vez en el zigzag de la bajada, vimos una patrulla recorriendo el sector. Ya en una zona de rocas, casi al lado del camino, nos indican con una luz cual era la bajada más segura.

En el fondo, estaba un poco ansioso, era Alto Maipo, era de noche, uno no sabe la voluntad y la disposición con la cual te van a esperar abajo.

Sin embargo, cuando ya estamos a escasos metros de él, nos saluda y nos pregunta amablemente sobre como veníamos. Ya en el camino, se abre su chaqueta y nos muestra un parche que tenía en su polera, decía: Rama de Montañismo de la Universidad de Chile. Había sido de la generación de los 2000, conocía a Erick, a la Wale, al Oso, etc. Nos dijo que nuestros/as compañeros/as nos estaban esperando, nos subimos a su camioneta y conversamos un poco. El es montañista, sabía que el cerro era largo y la bajada podía ser lenta y fatigosa, había estado varias veces en ese valle, lo conocía bien. A las 11 pm, después de una jornada de 18 horas, estábamos sanos y salvos con el resto del grupo.

Gracias Enrique por tu calidez, gracias compañeros/as por esperarnos, gracias Nico por tu decisión y tu voluntad de querer empujar un poquito más nuestros límites, gracias Macka y Vale por esta cumbre. Gracias por la preocupación, pero también, por compartir la felicidad que supone estar en la montaña, donde el frío, la roca y, en este caso, el hielo, son los protagonistas de una aventura cotidiana y desconocida, la del caminar.

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Sierra San Ramón Integral 2018

Salida Deportiva RAMUCH

14 al 16 de Julio

Relato: Martina M. V.

Cordadas: Cata-Martina; Gastón-Rodrigo; Pablo-Rodrigo; Seba-Lala; Vale-Pancho

Día 1

Comenzamos la ascensión al Cerro Provincia por la entrada de San Carlos de Apoquindo. El punto de encuentro fue el estadio de la Universidad Católica. Integrantes de la travesía San Ramón Manzano (6 personas) y de la travesía integral (10 personas). Una vez todos y todas reunid@s, nos dirigimos a la entrada del sendero.

Eran cercanos a las 9 de la mañana cuando empezamos a ascender el Cerro Provincia. La ascensión se llevo a cabo sin problemas y durante este primer día caminamos ambos grupos juntos. La cordada de Catalina y Martina abrieron el camino y Rodrigo y Gastón cerraban.

Paramos no mucho después a desabrigarnos y hecharnos bloqueador, el cielo prometía ser un día soleado y caluroso. Ya todos y todas list@s retomamos la caminata y seguimos hasta el alto del naranjo, deteniendonos cada cierto tiempo para no desarmar tanto el grupo.

En el alto del Naranjo nos encontramos con un perro, más parecido a un oso que perro, caminando entre la gente. Se llamaba “Yogui” según su placa y se quedó con nosotres mientras almorzamos y esperábamos a que se reuniera el grupo. Nadie tenía claro si venía con algún otro grupo o era un perro de las montañas. Más tarde resolveríamos el caso llamando a los papás de yogui quienes explicaron que el sale solo a pasear a la montaña los fines de semana y lo van a buscar cuando los guardias del parque los llaman diciendo que estaba su perro en la entrada del parque.

El grupo iba a paso firme, con algunas diferencias en la marcha pero a buen ritmo. Llegamos al Cerro Provincia (2750 msnm) casi atardeciendo y armamos nuestras carpas sin mayor dificultad. Nos llamó la atención el gran número de carpas ya cuando llegamos, pero no era una sorpresa ya que en el camino vimos a muchos grupos subir… y siguieron llegando después.

Acordamos que al día siguiente avanzaríamos separados los grupos del Manzano e Integral, pero aún así comunicaríamos por radios.

Nos fuimos a dormir, no sin antes admirar los fuegos artificiales desde las canchas de ski, que tenían preparados para nuestra llegada.

Día 2

Nosotr@s salimos del campamento a las 8:30 para comenzar con la caminata. La mayor parte de este sendero es por el filo que recorre la sierra. Comenzó la caminata con un descenso de nieve bastante agradable para caminar, y luego subimos en dirección sur por el costado oeste del cerro Tambor, próximo a ser nuestra segunda cumbre. Durante todo el camino fuimos haciendo pequeñas paradas para mantener a l@s integrantes del grupo Manzano dentro del campo visual, ya que había momentos en que la ruta no estaba del todo clara. Una de ellas la subida a la falsa cumbre.

Seguimos por el filo hasta llegar a la cumbre del cerro Tambor (2893 msnm), desde donde se alcanzaba una bellísima vista de la cordillera. Y se veía claramente el camino que nos llevaría a nuestro objetivo del día, el cerro San Ramón. Aquí decidimos esperar para reunirnos con el grupo Manzano, almorzar algo y aprender con Gastón los nombres de algunos de los muchos cerros que se podían ver desde esta cumbre y algunos que ya nos habían acompañado durante el transcurso de lo que llevábamos de la travesía.

Retomamos el descenso por el filo y seguimos el sendero rodeando laderas nevadas y con el sol acompañándonos en todo momento. Después de unas dos horas ya podíamos ver la cumbre del san Ramón, el sendero seguía bordeando laderas blancas y hubo algunas subidas más pronunciadas. El último tramo casi no tenía pendiente y ya se empezaba a divisar el campamento y el domo del san Ramón.

Finalmente llegamos a la zona de campamento y fueron llegando también l@s del grupo Manzano. A diferencia de la tarde anterior, este día tuvimos dificultad para armar las carpas. El viento soplaba muy fuerte y cualquier movimiento en falso podía romper o volar la carpa. Incluso tuvieron que quitar la nieve al lado del domo para resguardar una carpa muy alta para el viento que había. Sumándole a esto que la tierra era muy dura como para clavar las estacas comunes. Demoramos un poco más pero el campamento ya estaba armado, y en el momento perfecto para alcanzar a ver la puesta de sol en el San Ramón. Dejamos nuestras cosas en las carpas, nos abrigamos y partimos tod@s a la cumbre del San Ramón (3253 msnm). Fueron unos 30 o 40 minutos lo que nos demoramos en llegar. El paisaje era bellísimo, se veía lo que sería Santiago de no ser por las nubes, la cordillera, ya de colores rosados y naranjos por el pronto atardecer. Y también el filo que debíamos seguir a la mañana siguiente. Sacamos fotos con y del paisaje y nos sentamos (bien pegadit@s para pasar el frío) a esperar la puesta de sol.

Ya sin el calor del sol la cosa se empezó a enfriar y bajamos al campamento a descansar.

Debido al viento de esa noche. Y dado que lo que se venía al día siguiente era lo más expuesto del filo. Acordamos decidir en la mañana si es que seguíamos la ruta integral o bien bajábamos por el Manzano.

Día 3

Después de una noche muy ventosa. A las 5 am Gastón ya estaba levantado rondando las carpas preguntando si estábamos despiertos y listos para empezar a levantarnos. Aún había viento, no como el de la noche anterior, pero el suficiente como para no escuchar lo que decían en la carpa vecina. Finalmente decidimos continuar con la sierra integral. Nos abrigamos, nos pusimos los arneses, el equipo adecuado y comenzamos la ascensión por el San Ramón. En la cumbre del san Ramón ya estaba claro, se veía un día despejado aunque a nuestras espaldas se estuviera nublando de a poco.

Comenzamos la marcha por el filo que habíamos visto el día anterior. Pasado un rato tuvimos que salirnos del filo que estaba muy expuesto y Gastón armó un Rapel para descender. Pero salió la otra alternativa de descender desesclanado con crampones que nos pareció más conveniente a tod@s, solo Gastón bajó por el Rapel.

Continuamos el camino y retomamos nuestro querido filo. No volvimos a necesitar asegurarnos hasta un  paso de rocas, desde el que ya podíamos ver la cumbre norte del cerro Punta de Damas. El asunto estaba expuesto y una compañera, al bajarlo, se sintió insegura. Por lo que Catalina armó un pasamano asegurado a una piedra cerca suyo. Luego de armarlo el cruce fue más simple y cruzamos esta parte más difícil y expuesta de la ruta.

Acá estuvimos algo indecisos de si continuar por el filo o rodearlo, finalmente se rodeó y volvimos después de un pequeño desvío al permanente filo. Por aquí seguimos hasta alcanzar el Punta de Damas, con una última pendiente bien pronunciada casi llegando a la cumbre.

Alcanzamos la cumbre norte y sur del Punta de Damas (3149 msnm). Nuestra cuarta cumbre del fin de semana. Lala nos anotó en el libro cumbrero, nos abrazamos todos por cuarta vez, y continuamos hasta el Portezuelo a almorzar.

En el Portezuelo decidimos bajar por el Punta de Damas en vez de continuar con la ruta de la sierra integral. Esto por la hora, el cielo que parecía cerrarse y por diferentes motivaciones para bajar antes. Por lo que dejamos las 6 cumbres en 4 y comenzamos el descenso hacia Santiago.
Bajamos sin problemas y ya algo más cansados. Al llegar a la ladera del punta de Damas, en cada paso que dábamos llegaba la nieve hasta nuestras rodillas, por lo que nos vimos demasiado tentados a practicar el conocido y tan connotado deporte en montaña “potocross”. Y hasta un chico que estaba subiendo por el día se unió a nuestra idea y utilizo nuestros carriles ya armados. Cuando se acabo la nieve nos dimos cuenta que ya no podíamos recurrir a tal estrategia y nos levantamos para seguir el camino en dos piernas.

Continuamos sin parar hasta la corriente de agua, nos comimos las últimas raciones que nos quedaban y seguimos la marcha. Gastón y Pablo esperaron a que salieran todes, guardaron sus cosas y salieron para cerrar el grupo. Cuando llegamos al último portezuelo de la bajada, ya anocheciendo, esperamos a agruparnos. Pero no llegaron todes, faltaba una coordada. Notamos que se habían perdido y empezamos a gritar sus nombres, tres compañeros los fueron a buscar y luego de unos 40 minutos nos avisaron por radio que ya los habían encontrado. Nos reunimos, l@s recién llegados comieron algo, descansaron y continuamos con nuestras frontales bajando. Esta bajada no tuvo problemas. Caminamos jugando los desafíos mentales de Lala y Seba, compitiendo en dos grupos por quien lograba descifrarlos antes.

Llegamos al paradero donde tuvimos que correr a la micro. Nos subimos al metro y a la primera persona que vimos le preguntamos quien ganó el mundial que había sido justo ese fin de semana. Con la respuesta de que Francia eran los nuevos ganadores terminó esta salida.

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Cerro Ñipa 2018

Descripción: Trekking Cerro Ñipa

Fecha: 12 de Mayo, 2018.-

Escrito por Luis Quezada.

El cerro Ñipa se encuentra ubicado a un costado del cerro provincia, se fue por la ruta que se inicia por la entrada del parque del puente Ñilhue.

Su nombre proviene de la ñipa (Escallonia alpina), un arbusto siempre verde que crece entre los 700m y 2000m de altitud.*

Del grupo nadie había subido antes por lo que se optó por usar la ruta descargable para GPS.

El grupo inicio la ruta por el parque alrededor de las 8:50, ya que nos juntamos a las 8:00 en el metro los dominicos y nos dirigimos en auto a la entrada del parque.

El camino estuvo muy fácil, hay un cerco que se encuentra cerrado, pero no hay problemas en abrirlo y pasar, le preguntamos a la persona que cobraba las entradas si estaba marcado el sendero, no tenía conocimiento sobre la ruta, tampoco está marcado, por lo que si nunca se ha ido, es importante tener la ruta en GPS, o en otro mecanismo.

Después de avanzar por el camino se llegó al primer punto importante, siguiendo la ruta del GPS, hay que salir del camino vehicular y seguir un sendero.

Acá el camino se bifurca bastante, ya que hay muchos senderos de animales, hay algunos monolitos que marcan el camino así que hay que estar atentos, hubieron pequeños descansos, pero el primer descanso y reagrupación de la gente se hizo en este punto.

Se continuo el camino, y la segunda parada se hizo en una meseta con visión de 3 cubres  (2 falsas cumbres y la cumbre del cerro ñipa).

Después se continuo y se llegó sin novedad, alrededor de las 13:40 horas.

Regreso.

En el regreso es importante seguir la ruta del GPS, ya que aunque el camino es visible perfectamente hay muchos senderos de animales por lo que algunas personas se perdieron, pero como era de dia y no fue grave, también en la bajada como hay muchos senderos se bajo por otro lado pero el camino vehicular siempre esta visible por lo que da tranquilidad, el descenso se completó a las 17;40

http://www.andeshandbook.org/montanismo/cerro/610/Nipa

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La Campana 2018

Descripción: Trekking La Campana

Fecha: 28 de Abril, 2018.-

Escrito por Nicole Villanueva.

El día sábado 28 de Abril del 2018 estaba programada la salida al cerro la Campana por la RAMUCH. Se abrió cupo para tan solo 10 personas ya que, a pesar de ser un cerro muy popular, las características de la llegada a la cumbre no podían exceder en demasía ese número. Naturalmente, llegó el día y solo aparecimos 8 personas: Diego, José, Daniela, Catalina, otro Diego y yo: Nicole. Sebastián y Karina se nos unirían en Olmué, ya que andaban en Algarrobo. La planificación era la siguiente: estar a las 7:30am en metro Ñuble quienes pudiesen y si no, en Baquedano a las 7:45am, la mayoría optamos por Baquedano. Ahí nos esperaba un bus escolar con don Pedro al mando, pasaba la hora y ya a las 8:00am estábamos todos listos para partir. Rumbo a Olmué se dirigía el furgón saliendo de Santiago, luego de una hora ya estábamos en el pueblo de Tiltil, ad portas a nuestro destino; minutos más tarde vendrían las curvas interminables que conducen a Olmué…

Pasando el puente que estaba en reparaciones y con algunas dudas en el camino que se pudieron resolver con los transeúntes, llegamos a destino a eso de las 9:45am, nuestra meta era llegar a las 9:30am pues esa era la hora recomendada para partir desde la entrada del parque por camino andinista si se quiere hacer cumbre. Llegamos, pagamos nuestra entrada y ya a las 10:00am nos dispusimos a subir con alguna que otra instrucción. La mayoría de los participantes no nos conocíamos, pero afortunadamente contábamos con dos radios, por lo cual una la llevo Diego y la otra: el otro Diego al principio.

Mientras íbamos subiendo se dejó ver la disparidad en nuestro ritmo y con facilidad nos habíamos separado ya en casi tres grupos de personas, aun siendo tan pocos. Hicimos una leve parada, para volver a unirnos, mientras tanto Diego que iba cerrando, le tuvo que entregar la radio a Sebastián, quien se encontraba con Karina y no se sintieron muy bien con la subida. De modo que pronto nos volvimos a reunir al menos seis de nosotros, pudiendo continuar con la tranquilidad de que tendríamos noticias del resto que iba tras nuestro.

La meta ahora era llegar a la mina a las 12:00pm, pues nos dijeron que ahí se encontraba un guardaparque que solo permitiría la subida a la cumbre para las personas que llegasen a esa hora o incluso un poco más tarde. Seguíamos subiendo por una ruta bien marcada, un día despejado bajo un sol que realzaba los colores de otoño en el camino. Pasadas las 12:00pm cumplimos con el objetivo: llegábamos a la mina, (no todos aún) pero podíamos pasar y tomar un descanso, comer un poco, hidratarnos.

Claro que el guardaparque nos advirtió que nos moviéramos del mismo lugar de descanso, ya que la hora ya se había cumplido para avanzar, subimos un poco y nos dispusimos a descansar alrededor de una pareja mientras esperábamos que llegasen nuestros otros compañeros, conversamos un poco, compartimos nuestros alimentos y vimos con alegría que llegaban nuestros otros compañeros, solo quedaba al debe Sebastián y Karina, con quienes pudimos comunicarnos muy poco a través de la radio. Lo que seguía después de la mina era un camino distinto, seguía siendo curvilíneo, pero a la vez rocoso.

Llegando a la placa de Darwin nos encontraríamos luego con muchas rocas grandes, que debíamos pasar en el camino, la ruta se mostraba siempre hacia arriba, y los pasos por la roca eran un tanto expuestos. Fue ahí que nos volvimos a separar, visualmente vi como tres de mis compañeros avanzaron por delante de mí y dos de mis compañeros quedaban tras de mí, procuré entonces no perder la vista de mi compañera que estaba tras, ya que a pesar de no haber sido cordada (error fundamental de la salida) no deberíamos perder jamás el contacto visual con nuestros compañeros de montaña.

Además, el paso de las rocas no era fácil, no estaban fijas, fácilmente pisabas y encontrabas una que otra tambaleando y mirando hacia la cumbre solo veías más y más rocas. El peligro de derrumbe era evidente, no hay que subestimar jamás al cerro menos por ser popular. Me permití entonces seguir un ritmo tal que no fuese antojadizo, sino cuidadoso. La meta era ahora hacer cumbre hasta máximo las 14:00pm, pero eran las 14:00pm y aún ninguno de nosotros había llegado. Recién a eso de las 14:30pm mis primeros tres compañeros llegaron a la cumbre, estimo. Luego llegué yo a eso de las 14:45, luego mi compañera a eso de las 14:50 y finalmente llegó quien faltaba, así estábamos los seis. La vista que provee esta cumbre es sorprendente, se podían divisar un sin fin de cumbres en todos lados. Pero también entregaba una realidad muy penosa, dónde mirásemos las rocas se encontraban rayadas, como bien vaticinaba Darwin “Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Una lamentable verdad que quedaba en evidencia, tanta gente sobreviviendo al cambio sin inteligencia alguna…
Entre tanto, descansando por un breve lapso de tiempo -unos más que otros-, ya debíamos volver. Solo faltaba la foto cumbrera:

Una bajada dura, interminable; la subida fue solo y nada más que subir, la bajada fue lo mismo en reversa, el peso del cuerpo se posaba en las rodillas con cada paso hacia abajo: dolía. Pero bajamos prácticamente sin parar, llegando a la mina, estaba Diego esperando así que apenas lo vi le dije que bajásemos ya, y llegando finalmente a la entrada a eso de las 17:20pm, 15 minutos más tarde, llegaría el resto de nuestros compañeros.

¡Y a bajar!

Era tarde: 15:00pm, una hora de retraso, respecto de la hora tope que teníamos para estar bajando, pero el horario de invierno aplazado nos favorecía, de manera que aún habría luz a nuestra bajada.

Don Pedro nos esperaba prácticamente en la puerta del parque, con su furgón escolar, ¡Desde las 15:00 hrs.! El cansancio y la sed eran evidentes, pero también el hambre, don Pedro nos había mencionado ya, que en Tiltil habían buenas empanadas, así que a nuestro retorno a Stgo., pasando por Tiltil, paramos en una ¡feria de empanadas!, ¡a, mil pesos una empanada! Después del duro trekking, nuestro estómago merecía ser feliz de una vez. La empanada queso-carne fue la más popular, conversamos, evaluamos la salida, y nos fuimos. Fue una salida excelente, resultó todo bien, no tuvimos problemas por suerte, ni accidentes ni falta de comunicación, también por suerte. Porque la verdad es que la planificación fue rápida, y escaseaba la política de cordada; de todas maneras, nos arreglamos para ser una gran cordada en el camino. De vuelta ya en Santiago, nos despedimos y ese fue nuestro día (:

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Cerro Retumbadero Norte 2018

Segunda Salida Deportiva RAMUCH

21 y 22 de abril

Relato: Gastón Fuentes

Fotos: Rodrigo López – Pablo Corada – Gastón Fuentes

Un poco después de las 9 de la mañana nos juntamos en metro Macul para dirigirnos – con la camioneta de Finch y el furgón de Don Héctor – hacia el poblado de Lo Valdés. Estábamos los trece que intentaríamos el Retumbadero junto con los siete que harían el intento al Cerro Vega. Habíamos decidido varios días antes que no haríamos la ruta “normal” que sube directamente al filo, sino que nos internaríamos por el Cajón de Lo Valdés hasta las cercanías del refugio, donde contaríamos con agua, estaríamos con los demás compañeros, y al día siguiente ascenderíamos por la hondonada que se encuentra inmediatamente a la derecha del campamento para conectar al filo pasado el sector de las amarillas, muy cerca de donde comienzan los pasos de roca. Iniciamos la marcha juntos a mediodía,  remontando la ladera en un zigzagueante sendero que de a poco nos acercaba a las grandes y  lisas palestras ubicadas en la vertiente este del cajón.

De pronto la pendiente disminuyó abruptamente y era claro que recorreríamos una de las laderas del cajón por un buen rato, cortada de vez en cuando por una u otra quebrada. Al fondo se veía con claridad el Cerro Vega. En ese ascenso gradual acabamos a un costado del estero, donde pudimos recargar nuestras botellas y darnos un momento más holgado para almorzar cuando ya eran cerca de las 2:30 pm. El día nos acompañaba bastante, con un sol que permitía marchar con pantalones cortos, y con una suave y refrescante brisa. Un poco más allá arribamos a las vegas donde conversamos con los compañeros del otro grupo, pues a nosotros nos convenía seguir hacia el refugio del Vega, marchando uno 30 minutos más. Ellos decidieron lo mismo.

Por el sendero relativamente plano llegamos al campamento a eso de las 5 pm. Después de armar las carpas, con Ariel y Pablo subimos a explorar la hondonada para encontrar el punto donde nos montaríamos al filo al día siguiente. Nos sorprendió que después de 20 minutos subiendo, la pendiente disminuyera bastante y se podía continuar fácilmente remontando los lomajes, con una clara visión del final de la hondonada. Así, observando las distintas opciones, decidimos cuál usaríamos al día siguiente. En efecto, casi al llegar al fondo, giraríamos a la derecha y subiríamos directamente el acarreo hacia el filo. Volvimos rápidamente al campamento, donde los compañeros ya se encontraban cocinando. Allí, en plenas actividades culinarias nos dispusimos a organizar el día siguiente. El plan que ya traíamos desde Santiago, considerando el número de personas que intentarían el cerro – fue dividirnos en dos grupos. En el primero, saldría Xime, Cata, Nico, Corada, Febe, Eliseo, Ariel y yo. En el segundo, Pablo, Rodrigo, Carlos, Su y Finch. Cada grupo debía funcionar autónomamente, con su cuerda de 35 metros y 10 metros de cinta. Además, decidimos salir todos a la misma hora esperando la separación natural, volver a las 12 pm desde donde estemos  para llegar al campamento a las 5 pm e irnos a tomar el furgón y la camioneta. Con las cosas acordadas y los estómagos satisfechos, nos fuimos a dormir.

A las 3:30 am sonó el despertador. Con Ariel dejamos los panes con jamón y queso crema preparados la noche anterior. Calentamos agua y los comimos con té. A las 4:25 estábamos listos y empezamos a avisar que nos juntaríamos en cierto sector antes de partir. Hicimos un rápido recuento de lo conversado el día anterior y a las 4:40 am empezamos a marchar, aunque el último seguramente salió 10 minutos después, lo que nos dio margen inmediato para mantener la separación entre el grupo 1 y el 2.  El cielo estrellado estaba impresionante, y si bien no teníamos luna, era suficiente para mostrar los contornos de la montaña. Tras media hora caminando por la hondonada, Febe y Eliseo pasaron al segundo grupo, y con el grupo 1 íbamos a tranco firme hacia el acarreo, donde nos detuvimos a descansar unos minutos.

Seguimos caminando, ahora subiendo por el acarreo que sorprendentemente resultó ser mejor de lo esperado. En nada nos recordó al del Cerro Arenas por el que habíamos transitado tres semanas antes. Los zapatos quedaban firmemente clavados y nada de material se deslizaba, por lo que llegamos al filo mucho antes de lo previsto.  Recién eran las 6 am. Habíamos demorado 1:30 hrs. Erick nos había informado en Santiago que contempláramos dos, y como no conocíamos esta ruta, nos dimos un margen de 2:30 hrs, por eso salimos a las 4:30, para llegar al filo a las 7 y aprovechar la siguiente media hora para ordenar el equipo y montarnos en las rocas con las primeras luces. ¡Pero eran las 6 am! Como en el filo corría un viento helado, nos devolvimos unos metros para sentarnos tras unas rocas, apiñarnos y esperar. Lo mismo hizo el otro grupo unos metros más abajo. Pablo llama por radio para decirnos que Su y Finch se devolverían al campamento.

Lo pasamos re bien, entre talla y talla, y entre contemplaciones del cielo estrellado, de las estrellas fugaces, y de poderosos brillos de luz que de tanto en tanto se dejaban ver como grandes flashes a nuestro alrededor. Pasada las 7 am la luz empezó a cambiar y el filo del Retumbadero se dejó ver hermosamente tétrico. Alistamos nuestro equipo y empezamos a caminar de nuevo. Rápidamente entramos en calor y no tardamos más de 10 minutos en encontrarnos con las rocas. Me parecía maravillosa la perspectiva tan diferente al intento invernal del año pasado. Los lugares donde agarrarse eran totalmente distintos, la luz seguía cambiando pintando la roca desnuda. En un momento una gran piedra en que puse uno de mis pies se salió de su lugar y tuve que gritar fuertemente ¡piedra! Mientras esta con fuerza caía hacia uno de mis compañeros, pero los buenos reflejos del Nico lo salvaron a él y a mi conciencia. A los pocos minutos de nuevo creí tirar una roca y de nuevo grité “piedra”, sin embargo rápidamente terminé cambiando el grito a “radio”. Se me había soltado de la riñonera y caído unos cinco metros a los pies de Nico. Afortunadamente no le pasó nada (a Nico tampoco) ni se fue por alguno de los precipicios de los costados (de ahí en más la llevé en la mochila).

Fuimos turnando la apertura de la ruta. Muchas veces se dio naturalmente cuando alguien tomaba por la derecha pero la ruta más óptima seguía por la izquierda o viceversa. También nos preocupamos de ir manteniendo siempre el contacto visual con quien venía atrás. A las 9 am llegamos al punto en que tuerce hacia el suroeste y donde ya podíamos observar la cumbre, aunque bastante lejos todavía. Hacia abajo podíamos ver que venía Pablo, Rodrigo y Carlos, y manteníamos contacto radial cada cierto rato para ver cómo iban las cosas. En uno de esos contactos me señala que la Febe y Eliseo se iban a devolver o bien esperar en los primeros trepes.

Desde aquí la vista hacia el Morado, Mesón Alto, Arenas, San José y Marmolejo, ya era brutal. Además, desde este punto la exposición de la ruta aumentó y hubo que ir concentrados superando uno por uno los gendarmes, con trepes que dan hacia grandes precipicios en cada lado. En un momento, escucho a la Magda por la radio, y me demoré un par de segundos en entender que pasaba. Ella iba con Gabino en auto camino a escalar a Jabbah y llevaban radio obviamente. Después lo escucho diciendo “Ya po Gastón, ahora no pueden no hacerla”, recordándonos nuestro intento invernal del año pasado. Sin duda fue una comunicación sorpresiva. Superado el penúltimo gendarme descendimos hacia un acarreo entre aquel y la cumbre e hicimos el último trepe hasta donde – finalmente – ya no había más que subir. ¡Eran las 11:20 y los del grupo 1 habíamos llegado a la cumbre! Tan pequeña que debíamos movernos con cuidado, pero que nos dio una perspectiva tan grande de las montañas alrededor, especialmente cuando aún la nieve no cubre los distinto cordones y valles, con las diversas tonalidades que la roca ofrece. Nos abrazamos, nos sentamos a comer, conversar y contemplar el paisaje. A las 11:40 llega Pablo, Carlos y Rodrigo. Éramos 9 compañeros y compañeras en la pequeña cima. Estuvimos allí hasta las 12 pm.

E iniciamos el descenso. Prontamente tuvimos que armar un rapel para bajar uno de los gendarmes, pues la roca inestable a nuestro juicio no hacía prudente simplemente desescalarla.

Cuando bajó Ariel, Cata, Xime, Corada, Nico y yo, seguimos la marcha con la cuerda del otro grupo, de manera que si hubieses que armar alguno más, contemos con ella. Carlos, Rodrigo y Pablo entonces desmontarían el rapel y seguirían detrás de nosotros. Fuimos bajando con mucho cuidado, conscientes de que aún nos quedaba un buen trecho. Uno por uno los gendarmes iban quedando atrás, destrepando con cuidado. Hasta que nos topamos con una parte en que el filo nos pareció sumamente angosto y expuesto y no recordábamos haber pasado por allí. En realidad sí habíamos pasado por ese lugar, pero la perspectiva cambia un montón al verlo de subida o de bajada. Hicimos un pequeño traverse por la roca y luego bajamos un paso con piedras bastante sueltas. En ese momento a Corada se le suelta una grande que solamente pegó un rebote y continuó cayendo como en caída libre. Pasó muy cerca de la Xime y después a centímetros de Ariel, que desescalaba el paso siguiente sin posibilidad de moverse. Realmente en ese momento fuimos afortunados. Después nos encontramos con Febe y Eliseo que nos esperaron por varias horas, e instalamos el segundo rapel. Bajamos y empalmamos a los pocos minutos por un acarreo que nos dejó directamente en la hondonada. Pablo, Rodrigo y Carlos retirarían el rapel y bajarían con las dos cuerdas.

La mayoría arribamos al campamento como a las 5:30 y rápidamente lo desarmamos, puesto que el furgón nos esperaría a las 8 pm en Lo Valdés. De hecho, para ahorrarle tiempo a los compañeros que venían más atrás, desarmamos sus carpas, ordenamos sus sacos, de manera les fuera  mucho más rápido de lo previsto partir. Así, cada cordada empezó a bajar el Cajón de lo Valdés y llegando progresivamente al punto final, desde las 8:05 pm hasta las 9 pm. Le explicamos la situación a Don Héctor, quien no se hizo absolutamente ningún problema. Y volvimos a Santiago, tremendamente felices de que en un cerro de estas características nueve compañeros y compañeras hayamos podido pisar su cumbre y que todos nos encontremos bien de regreso en nuestros hogares.

Cordadas

Ximena Noriega – Catalina Castro

Nicolás Álamos – Pablo Corada

Eliseo Contreras – Febe Contreras

Pablo Díaz – Rodrigo López – Carlos Fuentes

Cristopher Finch – Susana Ramírez

Ariel Alvéstegui – Gastón Fuentes

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Laguna y Glaciar El Morado 2018

Descripción: Trekking Laguna y Glaciar El Morado

Fecha: 30 de Marzo, 2018.-

Escrito por Carmen Nabalón.

El día viernes santo recién pasado nos reunimos con una puntualidad casi inglesa en el punto de encuentro para partir hacia el Cajón del Maipo y poder realizar la actividad planificada. Cuando la Carmencita estuvo lista con la compra de su té, partimos a eso de las 9 de la mañana en una jornada calurosa de caminata.

Don Hernán (el tío del bus) nos dejo a una hora más de caminata (a eso de las 11) ya que el camino estaba muy malo para seguir hasta el sector de los estacionamientos, pero sirvió para calentar motores. Mientras tanto, el grupo iba conversando y conociéndose.

Nuestra caminata fue tranquila, seguida atentamente por la mirada de Chirigües, Jilgueros y Cometocinos que de vez en cuando nos tiraban sus gritos de guerra para advertirnos que nosotros éramos sólo visitantes.

A eso de las 2:40 llegamos por fin a nuestro destino: el Glaciar el Morado y la tranquila laguna que a sus pies lo acompaña en su movimiento sigiloso a través de los años. Atrás nuestro, el Cerro Unión resguardaba el lugar cual centinela de roca y tierra, vigilante del sector.

Después de un descanso para reponer pilas y llenar nuestras panzas un poco más, nos aprestamos al descenso hacia el bus que nos esperaba para llevarnos de vuelta a Santiago sin novedad, y con la promesa de volver, ojalá cuando las nieves comiencen a llegar.

(¡Gracias a Erik Orellana por los huevitos de pascua!)

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Cerro La Paloma

CERRO LA PALOMA

8,9 y 10 de DICIEMBRE DE 2017

Relato y Fotos: Gastón Fuentes Soto

Aproximación.

Éramos 16 rameros y rameras, que habíamos acordado juntarnos a las 8 en Cantagallo para partir juntos hacia el Parque Yerba Loca, sin embargo, por algún desfase horario (algo así como un atraso), salimos con ciertos minutos de diferencia respecto a la Van que llevaría a nuestros compañeros y compañeras. Lo cierto es que aproximadamente a las 11 am, luego de haber repartido las radios para mantener la comunicación entre el grupo, comenzamos la marcha bajo el fuerte sol de diciembre, morigerado a ratos por las brisas frescas que ascendían a mediodía día a lo largo del gran cajón de Yerba Loca.

Nos esperaban unas siete horas de marcha por un sendero que en sus casi 17 kilómetros, gana altitud lenta y gradualmente (sólo el escalón final rompe esta tendencia) hasta Piedra Carvajal. La marcha transcurrió por la derecha del Estero de Los Sulfatos, atravesando otros más pequeños que permitían abastecerse de agua. De telón de fondo, el Cerro Altar (aunque mayormente, el Falso Altar). Descansamos en un sector llamado los Hornitos – una hermosa vega al costado del estero – y posteriormente en La Lata, donde nos reunimos todas las cordadas. Estuvimos un buen rato ahí. Ahora nos quedaba llegar a Las Cascadas, que se descolgaban maravillosamente y en gran tamaño desde las rocas superiores. El entorno había cambiado bastante. La vegetación era mínima y el paisaje lo gobernaban las paredes escarpadas de las montañas adyacentes. Luego de cruzar el estero por las rocas, nos montamos en el escalón final para llegar a las morrenas que nos darían una inmediata vista de Piedra Carvajal.

Había bastantes carpas, pues varios grupos aprovechaban este fin de semana largo para intentar ascender la montaña. El campamento – a 3.200 m – se ubicaba el costado de una hermosa Vega que al otro lado tiene la enorme roca que le da el nombre al sector. Nos instalamos a eso de las 6 pm. Por la altura de los cordones cercanos, el sol pronto se escondería tras ellos y haría descender la temperatura. Aprovechamos de ir a buscar agua al otro lado del estero (el cual hay que saltar con bastante energía). Desde allí fue posible vislumbrar La Paloma, que junto con su enorme glaciar, se cubrían de la luz amarilla del atardecer. Me quede observándola un rato, mentalizándome – como seguramente también lo hacía mis compañeros y compañeras de la rama – para una larga y dura jornada al día siguiente.

De vuelta en las carpas, analizamos la ruta (de la cuál teníamos muy buena visión desde el lugar en que estábamos) y llenamos prudentemente nuestros estómagos. A las 8:30 o 9 pm probablemente ya estábamos todos intentando dormir, pues habíamos acordado empezar nuestra jornada a las 3:30 am.

Ascenso y Regreso.

A las 2:30 empezaron los movimientos en las carpas. Como me pareció no ver luces en todas, preferí cerciorarme de que estemos en actividad para cumplir con la hora. En eso me acerco a la carpa de Pablo y Espe, quienes me responden con preocupación que se habían despertado en ese momento, cuando les hablé. Quedaban sólo 20 minutos para salir. Decidieron empezar más tarde para no atrasar al grupo e intentar alcanzarnos en algún sector del cerro. Igual les plantié que los que estábamos listos podíamos ayudarles por último a preparar desayuno mientras arreglaba sus mochilas, pero comprendí que no les parecía correcta esa ayuda y que querían hacerse responsables de la situación en que estaban. Debo confesar que al ponerme en sus pantalones, me imagino la culpa que pudieron haber sentido, considerando que son seres que han hecho harto por la rama.

A las 3:40 am partimos en una bella y silenciosa fila de luces por el costado del estero en dirección hacia la base de los acarreos que deberíamos subir antes de montarnos en el Glaciar del Rincón. Encontramos la zona para cruzarlo, lo que hicimos uno a uno y con cuidado, debido a que las rocas estaban cubiertas de una capa hielo. Luego continuamos por las morrenas a través de una intuitiva ruta, que, con los minutos dejaba ver la silueta del Glaciar la Paloma descolgándose entre las rocas. Apagar las luces a veces daba un mejor panorama de nuestro entorno.

Nos reunimos y comenzamos a subir el acarreo, el cual en algunas partes se encontraba un tanto erosionado. Pasada la primera cuesta, empezaba a aclarar y aparecían los primeros neveros, que hacían necesario ponerse los crampones. Subimos la siguiente morrena, luego traverseamos un nevero y nos montamos en la que nos daría vista directa hacia el Glaciar del Rincón. Desde aquí el grupo se empezó a separar, asumo que principalmente por los ritmos de ese momento, o quizás las distintas aclimataciones previas, pero siempre manteniendo contacto tanto con el campamento como con el otro grupo a través de las radios.

La entrada al glaciar fue muy hermosa. Se veía pétreo, inerte, inmóvil, con suaves montículos de hielo en su superficie. Más adelante la situación cambiaba: se abría una gran extensión de penitentes que debíamos superar para salir del glaciar. No eran tan grandes, pero estaban durísimos y sin duda la quitaban fluidez a la marcha. Esto se veía compensado por la belleza de esas estructuras, tan particulares y simétricas a simple vista. Descansamos en un sector de hielo con rocas, donde nos hidratamos y comimos. En un momento sentimos un poderoso ruido de hielo bajo nuestros pies. Fue un buen recordatorio de andar siempre atento, que ese cuerpo que parecía inmóvil, en verdad está en constante movimiento. La sombra que nos acompañó en todo lo recorrido después del alba, daba paso a la potente luz del sol.

Ahora quedaba recorrer la parte superior del glaciar. Nos dimos cuenta que la salida evidente que estaba arriba, sería muy lenta con los penitentes, por lo que nos planteamos entre el grupo que íbamos adelante, rodearlos por el suelto acarreo del costado. ¡Y sí que estaba suelto! la piedra deslizaba por el hecho de encontrarse sobre el hielo. En un punto vimos una grieta, primero vertical pero que luego se introducía como una cueva en la montaña. Obviamente, subimos de forma de no quedar directamente sobre ella ante una eventual caída (aunque creo que un momento quedé exactamente en su dirección). Arriba había una especia de tapón de rocas.  Ariel decidió bordearlas cuidadosamente  por el acarreo. Por mi parte, vi que ese tapón tenía un verdadero pasillo que con unos gateos me dejaría sobre dicho tapón. Tenía un poco de hielo y había rocas malas, pero con cuidado se salía de él. Por ahí trepé. Seguimos después caminando y bordeando los penitentes y el acarreo, hasta llegar a una morrena en que la vista se abría hacia la antecumbre. Aquí descansamos un buen rato. Se sentían los 4600 metros. Quedaba un largo andar antes de montarnos al filo.

Esperamos a nuestros compañeros, indicándoles la opción del gateo y la opción del borde, misma información que transmitimos por radio al otro grupo que se encontraba en la mitad del glaciar. Nico siguió el gateo, y los demás, Rodrigo, Pablo Corada, Nico y Mati optaron por el borde. Paso a paso y con cautela sortearon esa parte.

Nuestro ritmo ya había menguado bastante. Ahora quedaba ir concentrado en los pasos, en no acelerarse más de lo debido. Eran las 11 am y aun teníamos 2 horas para llegar.

Continuamos la marcha subiendo loma tras loma de acarreo. Nuestras paradas eran más frecuentes y desde ahora parecía que primaba el hecho de ponerle harta cabeza a los que nos quedaba. Hubo ciertos momentos inyectantes. Me imagino que cada uno de nosotros los tuvo. Personalmente, se produjo cuando hacia el noreste apareció el Aconcagua. Además, el sólo hecho de imaginar la belleza del paisaje visto desde la cumbre, con todas las grandes moles en el horizonte, obligaba al cuerpo a moverse.

Llegamos al filo y la cumbre parecía cercana. De viento, sólo una brisa fresca ante ese intenso sol. Nos detuvimos con Ariel para ponernos los crampones, en el punto en que alcanzamos a otra cordada quizás de algún otro club y que habían dormido en el plateau cercano al glaciar. Al igual que nosotros, se veían cansados pero animosos. Seguimos nuestro camino nuevamente por penitentes, los cuales, a pesar de hacer la marcha lenta y agotadora, la tornaba más segura en términos de que una caída sería detenida inmediatamente.

Últimos pasos y… ¿Será la cumbre? El filo parecía seguir hacia otro punto alto a unos 100 metros de distancia, no sin antes bajar unos 40 metros. Con Ariel lo conversamos. Eran las 1:10 pm. Seguimos. Al llegar nos da la impresión que donde estuvimos era más alto. Nos quedamos un par de minutos, descansando. Esos 100 metros fueron particularmente duros. Muy pronto, aparecen Pablo Díaz, Pablo Corada, Nico y Mati en el lugar donde estuvimos con Ariel. Nos pegan un fuerte grito. El GPS de la otra cordada indicaba que esa era la cumbre. Nos devolvimos lo más rápido que pudimos (o sea muy lentamente, digamos que sumado a la altitud, es un tanto tortuoso haber pasado de largo) y allí nos abrazamos los seis. ¡RAMUCH había llegado a la Paloma! Esa hermosa montaña blanca de 4.910 visible incluso desde la ciudad. La vista que se abría ante nuestros ojos era espectacular. Cerca veíamos el Altar, el Plomo, Leonera; y a lo lejos, del Aconcagua al Risopatrón. Veíamos los grandes glaciares que cubren la zona del Olivares. Veíamos la Mina que tan de cerca los amenaza. Avisamos por radio al otro grupo que estábamos en la cumbre, instante en el cual se nos fue la batería.

Siendo un poco más de las 2 pm, era el momento de empezar a bajar. No tardamos  mucho en llegar a la antecumbre (habiéndonos juntado con Rodrigo, quién decidió esperarnos unos metros antes de la cumbre) y descender por eso acarreos  hasta  la entrada del Glaciar del Rincón. Esta vez, decidimos optar por abordarlo directamente por los penitentes, que a esa altura del día estaban más blandos, pero también más profundos. Con mucha paciencia y mentalizados en que tardaríamos en salir de ellos, nos fuimos abriendo camino. Sus formas eran bellas y su profundidad fácilmente alcanzaba el metro.

Escuchábamos las rocas desprendiéndose desde las partes superiores de los cerros, y el agua fluyendo cada vez con mayor intensidad. Al sortear los penitentes la parte del glaciar que en la mañana parecía pétrea e inmóvil, ahora parecía tener vida propia. El sol había cambiado su textura y múltiples flujos de agua escurrían sobre su superficie y bajo ella, en un intrincado laberinto que inexorablemente reunía el agua al final del glaciar, finalmente transitaba bajo un nevero y reaparecía con fuerza en el plateau.

Ya fuera del glaciar, nos juntamos con Cata, Gonzalo y Christian, lo que fue un alivio pues pudimos comunicarnos con el campamento y avisar que todo iba bien. Los neveros ya no ameritaban crampones y el estado de la nieve permitía bajar rápidamente. Una vez en el acarreo final, el Glaciar la Paloma, antes tenue, aparecía vívidamente ante nuestros ojos, depositando un enorme flujo de agua hacia el valle y de vez en cuando, arrojando rocas hacia la parte inferior.

Seguimos recorriendo las morrenas hasta el estero, que, siendo las 7:30 pm, y luego de todo un día de sol, venía bastante crecido. Pablo encontró el preciso y muy probablemente único lugar donde era posible llegar a la otra orilla. Todos cruzamos sin percance y continuamos al campamento, al que llegamos pasadas las 8 pm. Allí nos abrazamos con quienes nos esperaban. ¡Si hasta comida lista hubo en algunos casos!. El resto de lo poco de día que quedaba fue seguir comiendo, y cuando ya oscureció, mirar las estrellas.

Al día siguiente, a las 9 am y mientras desayunamos, hicimos la evaluación de la salida. Básicamente se rescató el hecho de haberse cumplido el objetivo principal, que es llegar la cumbre de la montaña, y volver bien el campamento. También el hecho de que si bien nos separamos en dos grupos, estos iban bien compactos entre sí. Como punto en contra fue que no hubo suficiente fluidez con las radios, y que una de ellas se nos descargó.

Después, como había ciertos compromisos personales de algunos compañeros, nos despedimos de los demás y partimos rumbo a los autos mirando hacia atrás constantemente, observando el cerro con otros ojos y felices de lo logrado. O más que de lo logrado, de lo vivido. ¡A preparar las siguientes aventuras!.

Cordadas: Espe / Pablo Azúa

                    Pablo Díaz / Mati

                    Nico / Pablo Corada / Isma

                    Gonzalo / Christian

                    Mane / Max

                    Cata / Magda

                    Rodrigo / Ariel / Gastón

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Provincia

Descripción: Salida Deportiva Mayo

Objetivo: Cumbre Cerro Provincia, Altitud: 2748 m IGM.

Fecha: 27 y 28 de Mayo, 2017.-

Escrito por Susana Ramírez Henríquez.

En primera instancia nuestro destino era el Cerro San Simón, con sus casi 3500 msnm de altitud, pero por razones de seguridad, debido a la inestabilidad climática tuvimos que optar por una segunda alternativa, el Cerro Provincia.

Sin duda, el Cerro Provincia es uno de los más visitados, puesto que, desde este lugar se puede apreciar la Cordillera de los Andes Central y la contaminada pero hermosa ciudad de Santiago.

Nuestro punto de encuentro fue en la entrada del Puente Ñilhue a eso de las 08.30 A.M. Un día radiante, el Sol parecía brillar más de lo común, creo que era por el entusiasmo que tenían nuestros corazones a tal desafío. El grupo estaba compuesto de 5 cordadas: Arturo y Francisco; Daniela y Valentina; Christian, Gonzalo y Juan; Nacho y Carolina; y finalmente Christopher y Yo.

Nuestro plan era comenzar por el Puente Ñilhue y luego bajar por San Carlos de Apoquindo al día siguiente. La idea era llegar a la cumbre en 6 a 7 horas a lo mucho.

Partimos nuestra travesía más tarde de lo acordado, si mal no recuerdo a eso de las 9.45. Tomamos la ladera norte del cerro, aquella que comienza con un paso de rocas y pasamanos de cadenas (el primer atisbo de lo rudo que sería el sendero). Caminamos en pendiente 1,9 km aproximadamente (ufff), hasta llegar al canal de regadío, nuestro primer descanso en donde era necesario comer y beber algo… además de aplicar el tan importante protector solar, que género muchas risas al ver el inolvidable cambio de Arturo y Christian.

Continuamos nuestro caminar entre Quiscos, el Michay y los Quillayes, y de cuando en vez, bajo la compañía del Emperador de los Andes, hasta llegar a Altos del Naranjo, donde nos esperaba el cobijo de un Quillay que corona majestuosamente el lugar. Aquí almorzamos, conversamos y admiramos durante un rato el entorno, ya que nuestro siguiente y último destino sería la Cumbre del Cerro Provincia.

El trayecto fue un tanto complejo, si bien nos esperábamos nieve y barro, no dimensionamos lo pesado que se nos haría, pero, ¡lo logramos!, entre abrazos “FELIZ CUMBRE” el sol se despedía entre azulinos- anaranjados.

Armamos el campamento lo más rápido posible antes de quedar congelados sobre el manto indemne y blanco. Algunos cenaron dentro de las carpas, otros compartieron cocinillas y abrigo para ayudar a reponerse del frío a los menos experimentados (gracias Arturo y Pancho), y el más valiente (Pancho, abrigado como hijo único) capto en su máximo esplendor aquella noche estrellada en la Cima del Provincia.

Al día siguiente nos levantamos temprano y hacer nuestro retorno a la civilización, disfrutamos de tan hermosa y salvaje vista de la cordillera de los Andes, identificando sus cumbres, riéndonos de carpas volteadas y más. Bajamos a eso de las 10.30, a paso lento pero seguro, por la ruta de San Carlos de Apoquindo, y con una nueva historia para atesorar en nuestras memorias.