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Cerro el Plomo

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Relatos

Cerro el Plomo

Cada loco con su ruta

Por Maximiliano García

El Plomo es un cerrazo. Escogido por los incas como «Apu» (guardián), domina todo el valle central de Mapocho, abasteciéndolo generosamente de agua proveniente de sus diversos glaciares. Desde su cara sur nace el estero Molina, que junto al estero de Yerba Loca forman el río Mapocho. Desde los glaciares más occidentales y septentrionales, en cambio, el Plomo alimenta al río Maipo, formando al principio el río Olivares, afluente principal del río Colorado, que antes de dejar los valles cordilleranos interiores se suma al caudaloso Maipo.

Objetivo: Cerro el Plomo

Fecha: 25 al 28 de Diciembre

Jefe de salida: Felipe Morales

Participantes:

Ruta Normal variante por el Iver: Ariel Russell, Verenna Rinnofner, Martina Monckeberg, Ignacio Villagra, Paula Urizar, Felipe Grasset, Diego Ramos, Felipe Morales, Willy Montenegro, Juan Carlos Plumas, Maximiliano García, Cristian Figueroa, Alejandro Sánchez, José Miguel Díaz, Armin Aros, Guillermo Reyes, John Monroy y Martina Krupková.

Ruta por el Glaciar Iver: Dager Borvarán, Tamara Rivera, Ignacio Quiroz y Francisco Osorio.

Ruta por el Glaciar Colgante: Gabino Reginato y Camilo Tapia

La última salida del año 2015 de Ramuch, como es usual, tuvo como escenario el imponente y entrañable Cerro El Plomo (5424 msnm). Esta vez, sin embargo, tuvo un sabor más dulce que en otras ocasiones: el sabor de haber hecho cumbre por tres vías diferentes. Si bien muchos cerros permiten ascensiones de diferente dificultad por diferentes rutas simultáneamente (en la misma época), poco se aprovechan esas oportunidades de reunir a gente de conocimientos, capacidades y aspiraciones diferentes en torno a un mismo objetivo. Esta vez se hizo, y con esto en mente empieza este relato.

Día I: Aproximación hasta Piedra Numerada

El día 1 de este relato cayó en Navidad, así que todo comenzó más bien tarde. El grupo que iría por la ruta normal se reunió a las 14 horas en el Unimarc del Metro Escuela Militar, y una hora antes lo mismo habían hecho los grupos que irían por los glaciares, todos con una puntualidad que rara vez se observa en fechas similares. La partida de los vehículos del grupo mayor se concretó más o menos 1 hora después, sin contratiempos hasta Valle Nevado. Hasta aquí todo iba según lo planeado.

El plan era llegar con los vehículos a Tres Puntas, y ahí iniciar la marcha. La camioneta de Gabino llegó a dicho punto con los grupos de los glaciares Iver y Colgante y su equipaje, e iniciaron su marcha hasta Piedra Numerada (algunos hasta Federación directamente) sin contratiempos. El grupo de la ruta Normal estuvo cerca de hacer lo mismo, pero los guardias de Valle Nevado dijeron otra cosa, y la infalible Mahindra de Willy debió quedar estacionada en el estacionamiento del Centro de Ski, y así se inició una no-muy-apasionante marcha por el camino vehicular hasta Tres Puntas, donde esperaban Felipe con su hermano, quienes en su camioneta (que se devolvió el mismo día a Santiago) cargaron las mochilas hasta allá.

Una vez reunido el grupo en Tres Puntas, nos colgamos las mochilas a la espalda, ajustamos riñoneras y empezamos la marcha hasta Piedra Numerada alrededor de las 18:30 horas. Fueron alrededor de 1:30 de caminata en un sendero de descenso regular con algunos tramos en ascenso, que culminaba con una vista sobrecogedora de nuestro objetivo, desde una perspectiva que no hacía más que reforzar el sentimiento de respeto y ansiedad que nos embargaba. Nos rodeaban las paredes del Valle del Río Molina, sosteniendo Cancha de Carreras por el Oeste y las cumbres del cordón del Cepo por el Este. Una bonita planicie al centro del valle nos albergaría esa noche, pero debíamos sortear unas vegas traicioneras que mojaron a más de uno.  Alrededor de las 20:00 montamos el campamento, preparamos la cena y compartimos la alegría de la ascención que recién comenzaba. A los 3370 msnm de Piedra Numerada, la altura no se sentía: no pasaba de ser una amenaza lejana aún.

Día II: Piedra Numerada – Federación

La segunda jornada empezó con calma. A las 7:30 empezaron a sonar los despertadores y a encenderse las cocinillas, mientras que a las 9:15 el sonido que se escuchaba era el de las últimas estacas siendo guardadas en las mochilas. Así, la segunda jornada de marcha comenzó pasadas las 9:30, con un retraso leve respecto al plan original pero irrelevante, considerando que llegaríamos a Federación (4100 msnm) en entre 4 y 6 horas más.

El camino empezó cuesta arriba, remontando las grandes irregularidades del valle de Molina. A poco andar cruzamos el estero Molina, que presentaba un rostro más amable que el que veríamos a la vuelta. Rápidamente “los del Iver” desaparecieron adelante, en su avance hasta La Hoya. Ahí acamparían, buscando aclimatar lo más intensamente posible en su preparación para el Volcán Tupungato.

Después de una hora de marcha, Felipe (L, de líder de expedición) nos detuvo para una charla sobre las pircas que los Incas establecieron en Cerro El Plomo y los valles circundantes, que fue complementada con la perspectiva militar de Willy. Un momento de instrucción y nutrición a los pies del subvalorado cerro Bismarck (4650 msnm) .

La marcha siguió sin novedades, subiendo algunos neveros y acarreos, y a ratos esperando a quienes se rezagaban. Es así como a las 14:30 llegamos a Federación, de dónde comenzaríamos el ataque a cumbre la madrugada siguiente. Los 4100 msnm de Federación nos daban algunas pistas amenazantes (dolores de cabeza, más bien) de lo que se venía, pero en general nos sentíamos como en un resort: sol, brisa fresca, agua cerca y un paisaje que aún no creíamos merecer. Por sobre el cordón del Cepo asoman algunas cumbres notables, como el Marmolejo y el Mesón Alto.Tras una necesaria elongación dirigida por Paula, instalamos las carpas en buenos sitios, almorzamos, y algunos conversaron, los más experimentados aconsejaron, y otros durmieron. Felipe (L) hizo una breve visita a quienes alojaban en La Hoya, 100 metros más arriba (100 metros bastante puneros). A las 16:30 empezó un breve curso de uso de crampones y travesía en glaciar, cortesía de Armin, John y Felipe (L). Tras esto, solo quedaba cocinar, calmar los nervios y dormir lo que se pudiera. El día terminó a las 21:00.

Día III:Federación- Cumbre – Piedra Numerada (o el día más largo)

Los primeros despertadores sonaron poco antes de las 3 am. Las frontales empezaron rápidamente a iluminar los avancés, y a ras de suelo las mucho más tranquilas luces de las cocinillas brillaban con la paz que nos faltaba a los novicios. Arriba, la Luna iluminaba todo el valle y sus glaciares.

La marcha empezó a las 4:05, casi puntual, remontando el acarreo que llevaba a La Hoya. Ahí nos juntamos con Alejandro, que acampó con los del Iver pero generosamente fue cerrando nuestro grupo. A la izquierda del sendero que subía, los glaciares centelleaban vivaces, ocultando el avance raudo de Nacho, Dager, Tamara y Pancho.

Las luces de Santiago y Rancagua surgieron por encima de Cancha de Carreras y el Pintor (4200 msnm) a eso de las 5:30 o 6:00 am. Las primeras luces del alba dibujaban a la derecha de nuestro campo visual las siluetas macizas del Marmolejo (6100) y San José (5850), y otros tantos que en la oscuridad se mantenían anónimos. A la izquierda, las estrellas y el glaciar, mudos. A eso de las 7:15 empezamos a llegar al refugio Agostini. A nuestra izquierda veíamos aún arriba al Leonera (4950 msnm); a nuestra derecha, multitud de sierras se dibujaban ya con el amanecer. Un rato después pudimos ver algo de la accidentada cara Norte y Noreste del Bismarck. Nuestra cumbre se veía (en realidad, no se veía) aún lejana, y algunos de nosotros ya afectados por la altura. Un par de mareos que terminaron con el desayuno en el piso pero que no concluyeron la aventura.

8:50 y ya recorríamos lateralmente el acarreo previo a la Pirca del Indio (5100). Leonera abajo ya a la izquierda. En la pirca del Indio por fín se abre la vista al Este, con el siempre asombroso Tupungato y sus compañeros al Sur, ordenados: Tupungatito, Nevado Sin Nombre, Alto San Juan y Nevado Piuquenes. Más al Norte el impresionante Polleras. Tras retomar la marcha y remontar una pequeña loma emerge una vista imponente: el glaciar Iver envolviendo la cumbre, desplomándose hacia el Oeste -también al Este, con menor pendiente y mayor esplendor. Por el medio se dibuja claramente el sendero, por el que se lanzó justo antes de nosotros sin crampones ni zapatos de montaña (ni idea de lo que hacían) un pequeño grupo de montañistas de mula. Cuando ya nos hacíamos la idea de lo que se venía, un notición: el líder decidió continuar la marcha no cruzando el glaciar para encontrar el acarreo final, sino ascendiendo por la masa de hielo hasta su final. Había que aperrar. Eran las 10:30.

La marcha zigzagueante por el glaciar duró casi una hora. El hielo estaba bueno, aunque hacia la derecha se veían sectores de hielo cristal que intimidaban. La pendiente iba creciendo a media que avanzábamos, y la vista hacia nuestras espaldas iba ampliándose a cada paso. Al llegar arriba, estábamos rendidos, pero sabíamos que quedaba poco. Avanzamos por entre las lomas, a la expectativa de lo que vendría. La (pequeña) multitud que se observa adelante advierte que el final está cerca. Al llegar, a las 11:30 los últimos, nos recibió una vista emocionante: al frente, el Juncal con sus glaciares abrazando un valle por el que desfilan hielos y macizos, junto al Nevado el Plomo. A la izquierda, el bello Alto Los Leones parecía presentar al colosal Aconcagua. A la izquierda, los glaciares de Olivares. Deslumbrante premio para 8 horas de esfuerzo, que sacaron algunas lágrimas y muchos gritos de alegría. Abrazos múltiples de cumbre, junto a los del Glaciar Iver, que habían llegado casi dos horas antes. Las noticias de que el avance de Gabino era firme por el Glaciar Colgante cerraban una mañana de alegría. Fotos de cumbre (más un par de videos sobreactuados), comer y empezar el retorno, pasado el mediodía.

Cruzar el glaciar de vuelta fue un agrado. En el traverse se habló de bajar por una ruta directa, más rápida y más entretenida. No parecían haber objeciones razonables. Cuando ya habíamos bajado demasiado para arrepentirnos empezaron las dificultades -pequeñas por cierto: una pequeña desescalada y unos acarreos demasiado empinados. Rápidamente llegamos a Agostini, y tras una breve parada el rápido retorno. Una laguna turquesa llamaba la atención en la morrena del glaciar Iver, en La Hoya. Ya a las 15:30 estábamos de vuelta en Federación.

Felipe apuntaba con sus binoculares hacia el glaciar, y se aferraba al walkie-talkie hablando con Gabino. Él hizo cumbre a eso de las 15:00, pero su cordada, Camilo, aún estaba en el glaciar, sin mostrar grandes avances pero sí una gran fatiga. Y las nubes se acercaban, con carteles enormes que decían “frío” y “tormenta”. Los ojos expectantes de todos no distinguían a nadie, pero escuchaban el relato a través de las radios con creciente frenesí. Rápidamente se armó un plan, en el que Gabino y Camilo saldrían del glaciar por el costado, buscando llegar a Agostini, donde serían alcanzados por Dager y Nacho, que les llevarían provisiones. Esto fue lo último que supimos antes de partir hacia Piedra Numerada nuevamente. Un poco antes, JM y Armin habían partido de vuelta a los autos, sumándose a John, Martina K. y Guillermo que habían retornado desde el cerro más temprano por la altura.

Al llegar (19:00 hrs.), mientras armábamos las carpas escuchábamos las buenas noticias: el plan había salido perfecto, y ya volvían todos a La Hoya, entre risas y fatiga. Elongamos, cocinamos y evaluamos en una ronda en la que abundaron las historias emotivas, como la de Felipe y su ascenso a los 15 años, que encontraba reflejo en este primer ascenso de Cristian a los 17 (¡que también era su segunda cumbre en Los Andes!). Muchos años de espera algunos, muchos años de sueño sin concretar de parte de otros; El Plomo siempre había sido testigo de nuestras vidas en Santiago y ese 27 de Diciembre habíamos sido testigos del paisaje que guarda. Esa noche dormimos como nunca.

Día IV: Piedra Numerada – Santiago

A las 8:30 del Lunes 28 empezámos a movernos. Un desayuno y levantamiento del campamento tranquilos nos permitieron partir a las 10:30; misma hora en que iniciaban el retorno los de los glaciares. A eso de las 12 estábamos de vuelta en Tres Puntas, mientras que los demás nos alcanzaron 15 minutos después. La bajada hacia Valle Nevado fue inmediata, tras cargar la camioneta de Gabino. Otros montañeros que venían de El Plomo nos llevaron a dedo en su maleta, de modo que a las 13:30 estábamos esperando que llegara el hermano de Felipe (¡gracias!). Llegó, cargamos la camioneta y enfilamos a Santiago. Una parada breve en las empanadas de La Ermita para volver a probar sabores más intensos que el atún, fungió de cierre de una salida intensa en lo físico y emocional. La coronación del primer año en la Rama, el retorno a la Rama, un paso (grande) más en la preparación para el Tupungato; este ascenso tuvo muchos significados diferentes, muchos más que las rutas recorridas. Lo común para todos fueron la cumbre y la inspiración para buscar nuevas metas.