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Travesía de Ramón

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Travesía de Ramón

Nos reunimos a las 8:30 horas en la plaza San Enrique, para tomar los colectivos que – recorriendo unos 5 kms – nos dejarían en la entrada del Parque Puente Ñilhue. Allí nos aprovisionamos de agua y Erick, como jefe de salida, dio la correspondiente charla antes de iniciar al ascenso hacia el Cerro Provincia.

Partimos a las 9:30 hrs, a paso tranquilo pero ganando altura rápidamente y dejando la neblina atrás, pasamos por la loma de la vaca y luego sobre vallecito hasta la canaleta (literalmente una canaleta) por donde se encauzaba una vertiente. Allí nos dimos el primer descanso, comimos un poco y rellenamos nuevamente las botellas, puesto que no tendríamos agua hasta el Provincia, en donde deberíamos derretir nieve.

Proseguimos la marcha hacia Alto del Naranjo, lugar al que llegamos a las 12:50 hrs aprovechando de almorzar con una bonita vista hacia la Cordillera y compartiendo con el resto del grupo, puesto que algunos recién nos estábamos conociendo en esta salida. Unos veníamos de estar pronto a finalizar el curso básico, mientras que otros ya llevaban años en la Rama. Luego, el sendero prontamente conectó con la ruta que proviene desde San Carlos de Apoquindo, y continuó por el filo con una pendiente que disminuyó notoriamente. Seguimos bien compactos hasta llegar a la base de la pendiente que, en un desnivel de unos 700 metros, nos llevaría hacia la cumbre del Provincia. Desde aquí los ritmos de cada cordada se diferenciaron un poco, por lo cual nos separamos, pero sin dejar de tener vista hacia los demás compañeros. Después de varios descansos cortos, llegamos hacia el paso de rocas para el ataque final. El resto del trayecto estaba cubierto de nieve hasta la cumbre, a la cual los primeros llegaron a eso de las 16:30 horas para finalmente juntarnos todos una hora más tarde aproximadamente. A medida que las cordadas llegaban a la cumbre disfrutamos un rato de ella y nos tomamos las fotografías respectivas.

La Cordillera de los Andes se mostraba imponente y podíamos apreciar gran parte de la ruta nevada que debíamos recorrer el día siguiente. Allí, a 2750 m.s.n.m y al lado del domo, armamos las carpas y cada cordada se dispuso a cocinar para la respectiva y necesaria cena. El ambiente era distendido, se compartía fuera de las carpa o dentro del domo, y el frío pasaba a segundo plano con el buen ánimo que había. Al pasearse por el campamento, se sentía el aroma a comida de las cordadas más gourmet. Con mi cordada todo era buena onda: comer harto, rico y reírse bastante. Después fuimos a la cumbre a contemplar un ratito y conversar de la vida. A eso de las 10 pm ya nos disponíamos a dormir. No sabemos cómo habrá dormido el resto, pero para nosotros fue tragi-cómico: la inclinación con la que quedo la carpa, que si bien era leve nos amontonó a un costado de la misma, así que dormimos entre cortado pero de todas formas igual logramos descansar lo necesario para el día siguiente.

A las 07:00 am, o un poco después, ya estábamos desayunando y desarmando el campamento. La instrucción dada la noche anterior era estar listos para salir a las 8:30 am. Quizás varios despertamos antes con un grupo que salió a las 5:30 horas desde el domo. Uno de nuestros compañeros decidió devolverse a Santiago desde el Provincia, por problemas con el calzado que andaba trayendo. Finalmente empezamos a caminar a las 9 horas, bajando el filo nevado que continúa hacia el sur y que nos hace perder unos 200 metros de altitud rápidamente. Allí nos colocamos los crampones para hacer un paso y continuamos sin ellos por una ladera que se encuentra en el oeste, para luego subir hacia el este y retomar el filo. La mayoría volvimos a ponernos crampones (y no nos los sacamos más) para llegar – luego de 3 horas de marcha – a la cumbre del Morro del Tambor (2880 m.s.n.m). Para muchos, marchar en la nieve y usar crampones era novedoso, era una experiencia distinta. Por ello Erick explicó brevemente como marchar con ellos con seguridad por este terreno, previendo que prácticamente los usaríamos durante el resto de la jornada.

El día estaba soleado y corría una brisa fresca. Una que otra nube se iba formando en el valle y de vez en cuando hacía borrosa la vista hacia el Provincia. En el trayecto imperaba el blanco y el azul lo que nos daba una sensación gigante de espacio y de lejanía con la ciudad. Nuevamente debimos bajar, ahora desde el Morro del Tambor, no sin antes darnos un buen descanso. La ruta estaba especialmente bella con las laderas nevadas, las rocas sobresaliendo de la nieve y las cornisas que nos advertían transitar con cuidado. Las vistas eran impresionantes, no me cabe duda que estábamos todos disfrutando mucho lo que en cada paso podíamos apreciar.

Almorzamos en una pequeña planicie, con una vista espectacular de la Cordillera. A ese lugar recuerdo haber llegado adelante y sumamente apurado: tenía ganas enormes de ir al baño (fue un martirio esperar que pasen todos por la ruta y una odisea buscar un lugar no expuesto a la panorámica de mis compañeros. Pero sirvió para tomar la foto de la portada de este relato). Los ánimos de todos eran muy altos, y si bien se hacía más evidente el cansancio, también se notaban las ganas que cada uno le iba poniendo a la marcha. Después de todo, en cada momento había una perspectiva nueva del paisaje y estaba esa sensación de verse cada vez más pequeño en la montaña. Terminado ese reponedor almuerzo, continuamos la marcha por una ladera cercana a un filo, donde ya no tendríamos vista hacia Santiago, sino sólo cerros y nieve.
Tomamos la última pendiente exigente y al fondo vimos lo que parecía otro filo (perpendicular a nuestra marcha), donde daba la impresión que podía estar el domo, lo que efectivamente fue así. A las 16:00 hrs. horas llegó el grupo completo, nos abrigamos pues la temperatura ya empezaba a bajar y armamos el campamento.

A las 5 debíamos salir – sin peso – hacia la cumbre del Cerro de Ramón, la cual teníamos a la vista desde donde estábamos. Nos retrasamos un poco, pero subimos rápidamente por la nieve y con bastante frío. Mientras caminábamos por el filo, el sol, ya entrando a los cerros de la Cordillera de la Costa, pintaba por varios minutos el manto de nieve de increíbles tonos amarillos y naranjos, éramos espectadores privilegiados de aquel momento y cargados de cierta ansiedad por llegar a la cumbre.

La cumbre estaba muy cerca, a ella íbamos y caminábamos sin dejar de ver como el sol raudamente desaparecía en los cerros. Y así, entre las 6 y 6:20 pm las cordadas fueron arribando gradualmente a la cima del Ramón, a 3253 m.s.n.m. Nos abrazamos fuertemente entre cordadas y con el grupo. Realmente produce una enorme satisfacción no sólo el llegar ahí, sino que también el hecho de percibir la misma alegría en tus compañeros. Ya podíamos ver la franja naranja en el horizonte y como lentamente empezaban a titilar las luces en Santiago. La vista en 360° nos reafirmaba el por qué estábamos allí. Estuvimos unos 45 minutos arriba y más que felices.

Bajamos con los frontales hacia el campamento, y nos dispusimos a cocinar para reponer las energías de esa jornada. En un momento salí de la carpa, alumbré con el frontal y vi dos ojos brillando a unos 50 metros y que se acercaban. Luego veo al animal de perfil: se veía grande y con una gran cola. En mi mente pensaba (y deseaba) que era un puma, a pesar de las bajas probabilidades de ver uno en ese lugar. Hasta me emocionaba la idea de poder ver uno, por eso efusivamente le digo a mi cordada que al parecer anda un puma jaja: al final era un zorro culpeo, curioso quizás de nuestra presencia (o de nuestra comida).

Parte del grupo durmió en el domo y recibían mensajes de whatsapp con lo que ocurría en el partido de Chile con Argentina por la final de la Copa América. Desde las carpas oímos los gritos efusivos de nuestros compañeros por la victoria de la selección. Por su parte, en la carpa teníamos nuestra propia tertulia con la Paz, el Seba y el Ariel, riéndonos de las tallas incontables (en el sentido de que no se pueden decir abiertamente) que suceden en la cordada. Como la carpa que nos prestó la rama era grande, ofrecimos un cupo que tomó una de nuestras compañeras. Esa noche dormimos mucho mejor, sobre todo porque esta vez la inclinación del suelo no nos hizo amontonarnos.

Al día siguiente empezamos a levantarnos desde las 7 am. La verdad es que nos costó un poco. Afuera el viento soplaba y hacia bastante frío, pero la mañana estaba muy luminosa. Luego de desarmar, creo que muchos queríamos nada más que caminar para agarrar calor en los pies. Estando todos listos para iniciar la marcha, nos dispusimos a dejar el campamento y descender hacia el manzano, haciendo huella en la nieve virgen.

Rápidamente perdimos altitud, siguiendo el filo del sur (había que ser cuidadoso en no desviarse de él para poder salir en el lugar correcto). Aprovechamos algunos sectores planos para descansar, conversar entre el grupo, que a esa altura, estaba bien cohesionado y se transmitía muy buena energía entre los compañeros. Y no parábamos de disfrutar lo que la ruta y el paisaje nos ofrecían. Sin embargo, El Orlando (Orly [sí, como el chocolate], según su cordado Kevin), estaba bajando con fiebre pues desde la noche anterior que no se sentía muy bien, pero lo que sí sintió bien, fue el apoyo del grupo para no bajar la moral y eso nos lo hizo saber durante la evaluación.

Continuamos descendiendo hasta llegar al Portezuelos los Azules y posteriormente al costado del refugio del arriero, donde almorzamos. Desde allí, en cerca de 1 hora, llegamos al estero el manzano, el cual debimos cruzar 8 veces. El paisaje ya había cambiado notablemente: la nieve y las rocas dieron paso al verdor de los bosques que crecen en la quebrada, alimentados por las abundantes aguas que escurren por otras quebradas secundarias hacia el estero el Manzano. Y así anduvimos, sintiéndonos por algunos momentos en los bosques del sur, junto con árboles grandes, la humedad que a ratos se sentía abruptamente, el sendero que en ciertos tramos transcurría como un pequeño arroyo por el agua que se encauzaba en él, y el sonido constante del fluir del agua quebrada abajo.

A la carretera llegamos a las 6 pm. Nos juntamos todos en el puesto de empanadas que está al costado, para – además de comerlas con ganas – hacer la evaluación de la salida, que resultó bastante positiva. Agradecer a Don Arturo y Don Francisco por ponerse con parte de la empanadas para el grupo; al Erick, por transmitirnos parte de su experiencia y humildad; a mi cordada por la buena onda que hay tanto dentro como fuera de los cerros; y al grupo en general, porque entre todos creamos un clima
súper bonito para disfrutar de la montaña durante esos tres días.

Al final, estábamos realmente felices de haber cumplido el objetivo: hicimos la travesía invernal de la Sierra de Ramón, con sus cumbre respectivas (Provincia – Tambor – Ramón) y, lo más importante, volvimos todos bien a nuestros hogares.

Jefe de Salida: Erick Vásquez
Cordadas:

Hans Nordheimer – Matías Molina

Ariel Alvéstegui – Arturo Alvéstegui

Orlando Solís – Kevin Lee

Erick Vásquez – Diego Pantani

Francisco Carrasco – Valentina Araneda

Gabriela Anríquez – Diana Cid – Hernán Funes 

Paz Soto – Sebastián Silva – Gastón Fuentes

Andrés Retamal – Bernardo Sagredo – Leonardo Navarro

Relato y fotos: Gastón Fuentes